miércoles, 7 de junio de 2017

II Chelarace

Con mis zapatillas shimano MTB de agarre automático y montado en mi “jaca”, prestada de 29 pulgadas, cabalgo cuan aventurado caballero marcha cegado por la ilusión, así de esta guisa iba.

Los casi tres km, que hay desde mi casa a la salida, los aprovecho para probar los cambios de platos y piñones que, por cierto, deslizan en suavidad increíble. Soy dichoso y me siento aventurero de mi primer ventura, aunque de todo ello albergo grandes dudas.


¡Al final, te caerás!, ¡Acuérdate de quitarte los automáticos!, ¡Ya verás como la lías!,… así, estas y otras muchas advertencias. Conque un cierto conque andaba en mis adentros.

Las inmediaciones del Aula de la Naturaleza engalanada de atuendo y maquinas deportivas auguraban un excelente ambiente, destacando la puesta de largo de la tienda de emergencia de Protección Civil Local  y la incorporación de una tricimoto al Cuerpo de Policía Municipal de Villafranca de los Caballeros, a ellos mis mejores deseos de uso y prestación de Servicios.

Salida de la II Chelarace, vamos a por los 40 km controlados. Los 500 ciclistas inscritos, guiados por los organizadores, pronto comenzamos a dibujar una línea serpenteante, que en algunos tramos nos extendíamos por más de 2 km. Bonito espectáculo se trazaba por los caminos y sendas del Termino, aunque, de vez en cuando, nos hacían paradas de reagrupamiento y cruce de carreteras.

¡Avituallamiento!.  ¡Estamos rodeados! Y así fue. La Mancha lugar de tropas, y si antaño fue Pantagolín y Cristino, hoy fueron una perfecta formación de ovejas, que a modo de rebaño, rodearon de manera incasable y en despliegue de tío vivo para acorralar las vituallas, haciéndolo inalcanzable para la tropa de a 500. Y fue en la Casa Chupa, donde al fin, los 500 repusieron ganas y fuerzas, para acometer el último tramo controlado que victorioso desfilará por calles y plazas. Simplemente fue bonito.

Todo preparado, ¡Ahora viene los bueno!. No hay tregua. Es medir fuerzas, sin contención, sin miramientos, porque simplemente es lo que cada uno más pueda. Estoy metio, en mi primera gran prueba, donde el hombre y la máquina son un binomio sincrónico. No caben errores.

Dejando la laguna Grande, entramos por el “Polvorín”; por aquí, algo ya noto, y es que el sillín y las “posaderas” no van bien entendidas, parece que son dos partes, de hombre y máquina, que andan mal avenidas. No da tiempo a llegar a un entendimiento, cuando surgen nuevas controversias: plato grande o plato pequeño (menos mal que sólo son dos), piñón arriba o más abajo, palanca de la izquierda o de la derecha y ahora la de arriba o la de abajo, entre medias suelta el automático y agárrate como puedas. En fin un barco en una llanura de escasa aguas pero  con muchas aguas.

¡Impresionante!, entre tanta discusión de hombre y máquina brota el egodisfrute, donde el tramo ribereño del Cigüela me sube el espíritu y de vez en cuando, aprovechando cualquier resquicio, grito: -Por la izquierda, por la izquierda-, con ánimo de que me faciliten mi eufórico pedaleo.

Otra vez por el pueblo, pero esta vez sin internamientos, sólo por la periferia; pero con algo claro: la bicicleta y yo debemos vernos más si queremos andar en estas guerras. Paso de nuevo por la laguna Grande y  en sus últimos 15 km.


Algo pasa y no sé qué, pero lo que es cierto es que es insoportable. Zona plantar del pie derecho, por centrarlo más, por el metatarso. Dolor y dolor. Será que llevo el pie recalentao, será que la zapatilla no me ajuste, será que no estoy acostumbrado,… No sé. A veces trato de levantarlo y me olvido de que está automatizao. Sufro, pero  hay que seguir. Como buen samaritano alguien pedalea y me habla, yo le digo y le cuento de mi penitencia, y por una cosa u otra, sigo su consejo y hecho fuera el automático. Primeros pinares y zonas técnicas. –Cambia al plato pequeño-, me dicen. Yo no sé ni donde tengo la mano izquierda, así que… Al suelo y bendito dolor que me ha mantenido el pie fuera de tan automática agarradera, favoreciendo mi pie en tierra evitando el a barruntamiento de mis lomos revolcaos por suelo.


Al final, siempre la meta, y con la suerte de poder disfrutar con el grado justo de “masoquismo deportivo”, aunque me da que, si quiero seguir por estos derroteros, estoy obligado a tratarme más con estos artilugios mecanizados de dos ruedas.



Ah!! Aprovecho para agradecer a los de la organización, que andaban por caminos y cruces desplegados, por sus ánimos, también aquellos ciclistas más avezados que el que esto dice, por tenerme  en cuenta y por último pedirle disculpas a la señorita, que bien pedaleo detrás de mí los últimos kilómetros, y que yo en ese ego de “machoalfa” apreté dientes, orejas y zapatillas simplemente por llegar antes que ella, sin que esto me llevará a nada.

Pinchar para ir al track de los 30 km de competición en la II Chelarace:


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